Una de las cosas que me ha gustado
desde adolescente es el tocar guitarra y cantar, encontrando en las misas un
buen momento para hacerlo, por lo que he participado de varios grupos o ministerios
musicales para animar las diversas liturgias.
En ese momento no comprendí bien esa
petición, por el contrario la cuestioné y aunque la obedecí seguía pensando que
no era justa.
Con el tiempo comprendí que lo
realmente importante no era la canción o negarte a lo que te gusta hacer, sino la actitud de hacer aquello que no
aleje al otro u otra por mis pensamientos, sentimientos u acciones.
Decimos constantemente que como personas estamos llamados al encuentro,
pero hacemos todo lo contrario por diversas razones, sean políticas,
religiosas, culturales o deportivas, entre otras.
No hemos sido capaces de convivir con
nuestras diferencias y para justificar nuestra incapacidad no asumimos nuestras
actitudes divisoras y egoístas, sino que siempre responsabilizamos al otro.
Nos hemos encargados de ver en los
demás enemigos en vez de amigos. Sé que
la amistad no es algo que se dé con todas las personas y no estoy pidiendo que
seas amigo o amiga de todos, porque eso no es posible. Lo que si te pido es que
cuando actúes lo hagas pensando que necesitas agradar a tu amigo, eso es lo que
te permitirá una mejor convivencia.